lunes, 14 de enero de 2008

Insomnio

- No me gusta hablar de nosotros.
- Es mentira.
- No me gusta encontrarme piedras en el camino cuando hablo de nosotros.
- ¡Ah! Eso es distinto.
- Pero las piedras existen. Hay piedras por algo. Las piedras son bonitas, algunas, y necesarias, supongo.
- No, no son necesarias. ¿Para qué se necesitan? Están ahí, en el medio de las cosas, sin función aparente. A mí no me gustan las piedras. Filosofar acerca de la existencia de las piedras. Lo que faltaba...
- Oh, por favor, cállate. Cállate y deja de discutirme. Hoy no ha sido mi día.
- Tampoco el mío, y sabes que las piedras no tienen la culpa.
- Lo sé. La culpa es nuestra. Anda, duérmete.
- Sí, a dormir. Buenas noches.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuantos debates becketianos surgen en los momentos en los que la almohada se convierte en el frontón donde rebotan nuestros pensamientos...de las noches de insomio pueden surgir (al menos mi me pasa) miedos, inquietudes, problemas en los que nunca habíamos pensado...pero también grandes ideas, soluciones y pensamientos que nos hacen ver nuestra vida desde una óptica distinta a la que podemos tener durante el día, normalmente ocupado en mil historias que no permiten tener el tiempo suficiente como para pensar con demasiada claridad. En esos momentos yo al menos creo que he filosofado no ya sólo sobre las piedras del camino, sino sobre el camino en sí, sobre el momento en el que he comenzado a caminar, sobre el horizonte que se ve a lo lejos (inalcanzable siempre, pero cuya visión ayuda a avanzar paso a paso), y hasta sobre dónde habrá un bar de carretera para echar un trago o tomarme un café.