lunes, 22 de septiembre de 2008

MAGRITTE en concierto


El pasado sábado 13, tras un día movidito, decidí cumplir sin ningún esfuerzo la promesa que había hecho: me acerqué al Auriense y, tras saludar muchas caras conocidas esperé, impaciente, las primeras notas en directo de Magritte.
El concierto se abrió con mucha marcha y una estética singular, mucho estilo por parte de la cantante Nate Borrajo (sombrero y corbata que todos querríamos tener y no nos atrevemos a poner) y mucha imaginación por la del bajista y también cantante Jose Porto "Josito", cuyo chaleco a cuadros y pecho lobo al descubierto me atrevería a decir que estuvieron a punto de causar algún desmayo en las primeras filas.
Lo cierto es que el día anterior había asistido a un pequeño aperitivo en la entrega de premios del FETEGA, pero no fue nada comparado con lo que nos hicieron sentir la noche siguiente.
Fue realmente gratificante ver a un grupo con tanta entrega, desde el primero al último. A pesar de que José Lameiras, compositor y batería, se escondía un poco a nuestros ojos en aquel reducido escenario, sus letras y percusión hicieron vibrar al público. La vocalista, con muy buen gusto afinando y una seductora voz, se mostró en todo momento muy cómoda en el escenario; parecía estar en su elemento natural, animando al público a cantar y transmitiendo una energía tan positiva que contagió al ambiente desde el principio. "Josito", cigarro en boca, un showman.
Creo que a la segunda canción no había nadie sin moverse o tararear los estribillos. Tras haber escuchado la maqueta anteriormente fue muy agradecido ese sonido rockero de guitarras solista y rítmica que seguimos con los pies durante la hora y pico que duró. Lo cierto es que nos quedamos con ganas, y pedimos más. En los bises, El Alpinista (¡cómo no!) y Varsovia a petición de la rubia que estuvo a punto de desgañitarse y algunos más. Mi timidez me impidió clamar por Amor en televisión, pero la próxima vez llevaré la preparación mental suficiente como para hacerlo.

Un espectáculo digno de ver, sin duda. Ahora necesitamos más. ¡¡¡Sólo es cuestión de afinar!!! :)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

MAUS, de Art Spiegelman

Inauguro hoy una nueva etiqueta: cómic, nada más y nada menos que con un premio Pulitzer, el del 92.

He de confesar que desde la primera vez que lo vi a través del vidrio de la estantería que ocupa todo un lateral del salón - junto a Corto Maltés, El predicador, El Regreso del Señor de la Noche (tengo pendiente, por cierto, un post sobre The Dark Knight), algunos que ya había leído y otros tantos títulos apetecibles-, aquella portada me llamó especialmente la atención. Cada vez que pasaba hacia el estudio, mis ojos se clavaban justamente en su lomo, casi como fruto de una especie de encantamiento similar al que trataron de ejecutar las sirenas sobre la tripulación de Ulises, como si emitiese algún sonido aparentemente imperceptible que atraía mi mirada hacia él sin capacidad de elusión.

Pues bien, hace un par de días mi débil voluntad (nada que ver con la de Ulises, claro está) sucumbió ante aquel canto melodioso y por fin me decidí a cogerlo, no sin tiempo. Me lo ventilé en unas horas porque no conseguía dejar de leer, y no eché en falta la presencia de otros colores que no fueran el blanco y negro de sus páginas, sino todo lo contrario: en mi opinión, creo que ayudan al lector a sumergirse en el relato sin piedad, en el tono oscuro y melancólico que lo envuelve. Ciertamente, cuando llegué a la última viñeta sentí tristeza por haber abandonado el universo en el que me había ido instalando poco a poco sin percatarme.

Sin duda, es una nueva visión sobre el Holocausto que no te deja indiferente. La cruda realidad es que desgraciadamente, cuando asistimos al lanzamiento de un nuevo libro o película acerca del holocausto nazi (o de la Guerra Civil, que nos queda más cerca) pensamos sin remedio aquello de "¡oh, no!, ya vuelven a la carga"; pero ésta es una de esas obras que no te deja en absoluto indiferente, que transmite una imagen muy real del ser humano, de nuestras conductas en ocasiones inapropiadas o reprobables y del grado de miseria que podemos llegar a alcanzar. Y lo hace a través de pequeños detalles y ciertas metáforas animales que por momentos me han transportado a la Rebelión en la Granja de mi admiradísimo Orwell. Sin que nadie se salve, deja al descubierto la condición ruin de víctimas, verdugos, cómplices y contemplativos antes, durante y a posteriori.

Una vez lo empieces, estás perdido.