jueves, 28 de febrero de 2008

MIGUEL HERNÁNDEZ, poeta de los jóvenes y no tan jóvenes

Hace ya unos cuantos años, rebuscando en diversas cajas de cartón de la buhardilla con la esperanza de descubrir alguna clase de tesoro perdido, encontré un libro publicado en el 84, una Antología Poética de Alianza Editorial abandonada, descolorida y con algunas manchas de humedad. Era de Miguel Hernández, con las tapas blandas, de color verde oscuro. Recuerdo que le sacudí un poco el polvo y lo empecé a leer consumiéndolo de tal modo que no volví al mundo real hasta que noté mis posaderas prácticamente congeladas por el contacto continuado con la baldosa.
Desde aquel descubrimiento, no hice más que leerlo, y releerlo, y volverlo a leer encontrándome y reencontrándome en cada uno de sus versos. Todavía hoy, con una Antología mucho mejor presentada y más completa, identifico en ellos mis triunfos, mis derrotas y aquellos recuerdos que no quiero olvidar, y tal día como hoy, la cojo abriéndola por la página 319 y leo...


Sonreír con la alegre tristeza del olivo.
Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos. Doremos la luz de cada día
en esta alegre y triste vanidad del ser vivo.

Me siento cada día más libre y más cautivo
en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.
Cruzan las tempestades sobre tu boca fría
como sobre la mía que aún es un soplo estivo.

Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece
como un abismo trémulo, pero valiente en alas.
Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.

Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
Todo lo desafías, amor: todo lo escalas.
Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo.


Y después de leerlo, quiero seguir leyéndolo y escuchándolo en la voz de Serrat.

martes, 26 de febrero de 2008

Abraham Boba y compañía

El año pasado tuve la suerte de asistir a un magnífico concierto al aire libre, concretamente en las cuestas del parque de Rosalía de Castro, de este caballero. La ubicación era estupenda y, contra todo pronóstico, el sonido también a pesar de las ráfagas de viento que sacudían nuestras melenas de vez en cuando. Llegué por los pelos cargada de aguas para refrescar las gargantas de los conciertistas y me senté, aún con sofocada respiración, a disfrutar del espectáculo sin tener una mínima idea de lo que iba a suceder a continuación y con la lectura de una entrevista a Abraham Boba en El País como único referente, es decir, el típico espectador cuasi- ideal con prácticamente ninguna clase de influencia positiva o negativa.

Durante el concierto las canciones sonaban una tras otra produciendo en mí infinidad de sensaciones diferentes y cada letra que escuchaba se clavaba en mí enganchándome progresivamente, sin que me diese cuenta. Una voz cálida, que parecía acariciar cada vez que se pronunciaba, y el sonido del piano, la batería, la viola (en este caso) y el bajo resultaban ser una combinación musical perfecta. El caso es que cuando acabó estaba saltando de las gradas inconscientemente a la velocidad del rayo para hacerme con el CD. Los pocos que traían se agotaron en menos de dos minutos.
Para más inri, una serie de circunstancias me permitieron ir a cenar con ellos y conocerlos un poco mejor. Muy majos todos, por cierto. Después de un par de cervecillas en el Candonga, de camino a casa, no podía pensar en otra cosa que en llegar y cargar el CD en el ipod para escucharlo en la cama antes de dormir. Al día siguiente me metí en internet en busca de una posible página web o un lugar donde poder encontrar fechas de próximos conciertos. Poco a poco, el disco se fue convirtiendo en la banda sonora que marcó una época de mi vida y, hoy por hoy, cada vez que lo escucho, no puedo evitar identificarlo claramente con situaciones concretas y experimentar sentimientos que están más vivos de lo que aparentan.
Ahora sólo pienso en la posibilidad de verlos de nuevo en vivo y en desearles toda la suerte y el éxito que, sin duda, merecen.

A continuación, dejo una serie de vídeos para que los disfrutéis...

Historia de Otro




Signos de admiración




Una rareza que encontré con la que, por lo visto, deleitó a los presentes en el café Au Chat Noir de París


martes, 19 de febrero de 2008

NO es PAÍS para VIEJOS, de los hermanos Cohen

Hace ya un par de semanas, decidí ir al cine con una plena predisposición a, por una parte, pasarlo mal (me había visto el trailer de la peli y las imágenes de Bardem daban un miedo de hacerse pis en los pantalones), pero también a reírme de ese modo en que ellos (me refiero a los señores Ethan y Joel Cohen) hacen que lo haga, dejando escapar esas carcajadillas que dan la sensación de hacer temblar a uno los pelillos de la nariz.
Una odisea, más bien, una ilíada de peleas con aparatos y dependientes diversos obstaculizaron una entrada tranquila y puntual a la sala donde la proyectaban (si cogéis las entradas por internet procurad llegar al menos veinte minutos antes) y, después de unas cuantas carreras con sofocos incluídos entré en el ambiente silencioso alumbrado únicamente por la escenita famosa. ¡Aaaaaaargh! Sí. Me la había perdido. Quise llorar, pero mis ojos se clavaron en la pantalla de un modo extraño, como si los pelos del español del momento (nada favorecedores, por cierto) tuvieran alguna clase de efecto hipnotizante. Unos minutos después, apareció Josh Brolin con sus pintas de macarra paleto en una escena, a mi parecer, de las mejores de la peli, por no decir la mejor; un personaje genial con esa alternancia de miseria y arrepentimiento que suele regir las conductas humanas. Es preciso decir que su presencia consigue incrementar el interés del público, pero también la de Tommy Lee Jones, su ayudante y cuantos sheriffs o polis se puedan meter por medio; como siempre, la caracterización del brazo armado de la ley es fantástica aunque, a mi pesar, no tanto como la de la excepcional Frances MacDormand en Fargo (uno de mis filmes de culto, todo hay que decirlo). El resto del reparto no estuvo mal, incluyendo la brevedad con que Woody Harrelson hace su aportación a la historia. Los secundarios, cojonudos, especialmente el dependiente de la tienda solitaria que todos querríamos tener de abuelo, aunque no en ese justo momento.
¿Mi opinión? Una apuesta interesante, pero ni la interpretación de Bardem merece un Oscar ni la peli es tan buena como esperaba, pero no estuvo mal. Nada mal.

Ahí quedan el trailer original (me gusta más, como siempre)...




... y el español...


sábado, 16 de febrero de 2008

ARGELINO, SERVIDOR de DOS AMOS, de Teatro de la Abadía y Animalario

Pues bien. Después de este largo período de aparente letargo, pasados los exámenes y con un proceso vírico que no me permite ni asomarme levemente a la ventana para disfrutar de estos a estas alturas bien extraños rayos de sol, me decido a publicar los posts que tenía pendientes; y, cómo no, empezando por éste.

Comenté con anterioridad que había tenido lugar la VIII Mostra de Teatro Clásico de Lugo a la que, por desgracia no pude asistir, prácticamente, debido a la coincidencia con necesarias horas de estudio y ensayo, entre otras cosas. Pero, eso sí, cuando me enteré de que Animalario iba a venir hasta aquí me prometí que no me la perdería ya que, incluso, durante mi estancia en Madrid en el Festival de Otoño, me planteé desplazarme hasta allí para verlos. Por desgracia, no me resultó posible y había perdido casi toda esperanza de poder disfrutar del espectáculo, pero no; lo cierto es que a veces los programadores culturales hacen bien su trabajo. Y allí estaba yo, como un flan, esperando con mi Norflok Terrier, pitillo en mano, ante la taquilla del Auditorio Gustavo Freire hora y cuarto antes de la apertura de la taquilla esperando no quedarme sin entrada. Lo cierto es que respiré profundamente cuando la tuve en la mano.

La obra comenzó con un recurso muy efectivo: todos los actores entraron por el patio de butacas ofreciéndonos artículos inservibles de ésos que intentan empaquetarte por las noches en los pubs desprendiendo una gran luminosidad. Llegados a este punto, tengo que reconocer que, en cierta ocasión, compré unos anillos luminosos que dieron mucho de sí, pero ese capítulo pertenece a mi oscuro pasado y lo cierto es que no merece ser mencionado aquí. El caso es que seguían ofreciendo articulillos inútiles hasta subirse al escenario, donde empezaban a cantar cancioncillas y seguían con una impresionante escena de naufragio con la única ayuda de un enorme plástico. A estas alturas, mis ojos ya estaban abiertos como platos y, mi carne, como la de un pollo. A partir de ahí, la obra no hizo más que ir a más (valga la redundancia), subir y subir, de modo que, tras el oscuro, no pude evitar levantarme y empezar a aplaudir como si un espíritu extraño me hubiese poseído. Menuda obra. Menudo final.
Absolutamente todos los actores y actrices estaban más que fenomenales en sus respectivos papeles, sus cambios de resgistro eran impresionantes y conseguían producir en el espectador esa sensación de facilidad que tan profundamente se agradece. Como sabemos, el argumento de Goldoni gira entorno a la lucha de clases, a las complicaciones que surgen en una convivencia entre criados y amos. En este caso, nos encontramos con un Andrés Lima y un Alberto San Juan que explotan minas de oro utilizando dicha obra como base: su tratamiento de la inmigración, su crítica satírica y mordaz a la actitud de la sociedad actual ante esta realidad inminente, el reflejo de las relaciones raciales y racistas también entre los propios colectivos inmigrantes, la misoginia, el maltrato físico y psíquico son temas que discurren ante nuestros ojos de modo magistral, sin que nos percatemos de la sutileza con que están envueltos y expuestos sirviéndose de la estructura original de dicha pieza.
Por otro lado, la escenografía daba lugar a muchísimo juego. Era sencilla y útil. Práctica, totalmente al servicio de lo que se quería contar y de cómo se quería contar. Atrás quedan las puestas en escena totalmente caducas con personajes de Comedia del Arte dando saltos y escupiendo texto hasta el más puro aburrimiento del espectador. Señores, esto es una buena demostración de la evolución del teatro. Está claro.
La pena que llevo a mis espaldas: haberme perdido unos seguramente impresionantes Hamelín (acerca de la pederastia) y un sensual Marat - Sade; seguramente con razón se han llevado los MAX al mejor espectáculo y mejor empresario. Espero que para el año que viene se sigan comiendo muchas más cosas. Al menos, a mí ya me han ganado como audiencia fiel con un sólo espectáculo, que no es poco.
El caso es que estos animales, estas bestias de Animalario, consiguen dar infinitas muestras de lo que supone la necesidad de un teatro social de una calidad extraordinaria y corroboran la existencia de una generación comprometida con los problemas de los tiempos que corren que sea capaz de revolvernos las tripas con sentimientos de culpabilidad, compasión, ternura, repugnancia, lástima, y todos cuantos se os puedan pasar por la cabeza.
Lo dicho: impresionante, abrumadora, redonda.

lunes, 4 de febrero de 2008

SECRETOS y MENTIRAS, de Mike Leigh

La semana pasada, tras la decepción que supuso para mí la última de Álex de la Iglesia y, con sinceridad, por pura pereza más que otra cosa, decidí arriesgarme a ver la bazofia televisiva en lugar de ir al videoclub a coger alguna de la infinita lista de títulos pendientes. Fue muy grato encontrarme de nuevo y por pura casualidad (es lo que tiene el zapping) con Secretos y Mentiras, del británico Mike Leigh. De hecho, la debo de tener todavía en VHS en algún rincón abandonado de ésos que producen una inmensa nostalgia cuando se revisan deliberadamente o por mera casualidad.

Recuerdo que cuando la vi por primera vez me encandiló el excelente guión y la interpretación magistral de la mayoría de los actores y actrices, especialmente una espléndida Brenda Blethyn como madre soltera histérica y patética pero entrañable, por la que consiguió la Palma de Oro en Cannes. Supongo que siempre me ha encantado el cine de cariz social, y precisamente de las miserias humanas es de lo que trata esta enternecedora exposición de vidas aparentemente inconexas que se cruzan ofreciendo una cruda visión de preocupaciones como la incomprensión, la soledad y la incomunicación, que muchas veces desembocan en comportamientos poco racionales y/o agresivos.

Y allí estaba yo, sobre el sofá, emocionándome y partiéndome de risa a un tiempo otra vez, con los mismos personajes y las mismas historias, con esos suspiros de lástima y sorpresa que reflejan el estado de ánimo de un espectador que realmente está disfrutando de lo que tiene ante sus ojos y sus oídos, compartiendo a mi manera los variados sentimientos que pasan por el desencanto, la impotencia, la curiosidad, la decepción y la esperanza tan bien retratados en esta gran película.
Y así, conseguí quitarme el mal sabor de boca que me había dejado la anterior.

sábado, 2 de febrero de 2008

Los CRÍMENES de OXFORD, de Álex de la Iglesia

Hace hoy exactamente una semana, tras un apuro de tres pares, conseguí hacerme con un sitio en la primera fila del cine para ver esta ejem... película.
Casi flipo con el trailer de John Rambo (sí, señores... el jodido vuelve); le veía hasta las espinillas, lo que me aventuró una dificultad visual continua y un dolor de cabeza también continuo a lo largo del film. Pero no fue la escasa distancia que me separaba de la pantalla la que me produjo ambas sensaciones, sino los personajes poco definidos y algunos poco justificados e incomprensibles, la trama que se sostenía haciendo equilibrismo sobre un palillo a punto de quebrar y el modo de hilar la historia en sí, que despertaba en mí tanto interés como la publicación de un nuevo libro de Alfonso Ussía.

Nos encontramos con un Elijah Wood al que nos encantaría meter en la cama, pero no para acostarnos con él, sino para leerle un cuento y darle el beso de buenas noches que, no es que resulte incríblemente irresistible, sino que liga con las mujeres que se encuentra a su paso porque están necesitadas de afecto y, por qué no decirlo, un poco piradas. Incluso la escenita de Leonor Watling con mandil como única prenda de ropa no consigue que la película valga la pena a pesar de que haga salir los ojos de las órbitas a todo el público masculino; su personaje es totalmente inconsistente y tal y como está planteado se podría prescindir de él sin pensarlo dos veces. Ni siquiera el admirable John Hurt hace que la película merezca más la pena. No hay tensión, ni intriga, ni sorpresas exceptuando la desagradable escenita del colega hospitalizado que pretendía autopracticarse una lobotomía.

Lo malo de tener muchas ganas de ver una película es que pones tantas expectativas en ella que después vienen los grandes chascos. Con objetividad, si tuviera que calificar la película, utilizaría esa frase que por desgracia tanto leemos en las críticas cinematográficas: Allá usted.

El LETEO, de Las Flores del Mal

Esta noche he querido comprobar la temperatura de sus aguas metiendo un talón. Intenté observar su transparencia entre mis manos hasta mojarme las rodillas, pero tropecé con una piedra que había en el fondo y la arena enturbió todo lo que podía ver...
Disfruto cada verso, cada palabra de Baudelaire, y no desde una colina, sino desde las entrañas mismas de la tierra que retuercen en mí sentimientos pasados, presentes y probablemente futuros, pero la disfruto mucho más al notar cómo crecen las alas que llevo escondidas en mi espalda y que parten de mi espina dorsal empujándome a vivir intensamente, sin prejuicios, sin miedos, haciéndome sentir libre.


" Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
tigre adorado, monstruo de aire indolente;

quiero enterrar mis temblorosos dedos

en la espesura de tu abundosa crin;


sepultar mi cabeza dolorida

en tu falda colmada de perfume
y respirar,
como una ajada flor,

el relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
estamparé mis besos sin descanso
por tu cuerpo pulido como el cobre.


Para ahogar mis sollozos apagados,

sólo preciso tu profundo lecho;
el poderoso olvido habita entre tus labios
y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
como un predestinado seguiré;

condenado inocente, mártir dócil

cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor,
apuraré
el nepentes y la cicuta amada,
del pezón delicioso que corona este seno

el cual nunca contuvo un corazón."