jueves, 19 de junio de 2008

EL CORREO

Hace poco más de un día, me hallaba en casa en uno de mis momentos preparatorios de máxima felicidad, canturreando y arrastrando las zapatillas con bailoteo incluído por toda la casa cuando, de pronto, sonó el timbre. Al otro lado del aparato, una voz femenina y agradable, de ésas con las que no suele ser muy habitual encontrarse en el mundo del funcionariado, me dice que hay una carta certificada. Como no, me pongo mi bata hortera- regalo navideño de la abuela, como no podía ser menos- y bajo corriendo a saltitos las escaleras derrochando buen humor y simpatía. Nos saludamos, me da la carta, y... ojos platunos.
La carta llegaba un poco tarde, como con unos trece años de retraso, para ser más exactos, ya que estaba dirigida a mi fallecido bisabuelo. La pobre mujer se puso roja como un tomate después de enterarse de lo sucedido y me preguntó con una amabilidad extrema y disculpándose sin motivo por un error que nada tenía que ver con ella si quería que la devolviese por fallecimiento. Por supuesto, mi curiosidad no podía permitir que me quedase con las ganas de ojear el contenido después de leer el sello azul que informaba de que procedía del Servicio de Admisión de Consultas Externas, así que me despedí de la agradable señora cartera y subí echándole un vistazo al sobre y poniéndolo a trasluz para intentar descifrar algo de lo que, por lo visto, le había quedado por decir al personal del Hospital Xeral a mi dinfunto bisabuelo a casi tres lustros vista de su muerte.

Finalmente, incapaz de leer nada en absoluto, decidí esperar a que llegase mi progenitor para descubrir lo que se le decía a su abuelo en aquella carta.
En resumidas cuentas, creo que tenemos para amenizar diez años de comidas familiares con un simple minuto de dedicación in memoriam de Evaristo respecto al respecto de este asunto:

Comunícaselle que deberá acudir a consulta na data e hora abaixo indicadas. Debendo realizar todas as probas realizadas por dita consulta. Quedando anulada a cita anterior.

En caso de non asistir, rógaselle o comunique a maior brevidade posible ó teléfono ...

03/11/2008 8:30 GINECOLOGÍA (CEX) - XERAL


No photos, no comments.

miércoles, 4 de junio de 2008

el inacabado Bataille

Hace ya unos cuantos días escribí sobre mi dura experiencia con respecto a Historia del ojo. Me estaba resultando, como decía una razonablemente olvidada cantante sin personalidad emulando a Xuxa, "duro de pelar".

Pues bien, hace menos de una semana me dirigía en autobús urbano hacia el campus universitario en busca de un título -que me darán en el 2013 si se apuran- con la citada obra entre mis manos. Decidí retomar la odisea tras unos días de descanso y de tener la mente algo más limpia. Proseguí con el libro y, cuando mis expectativas de tener el estómago bien curtido tras las últimas lecturas auguraban un triunfo seguro, tuve que cerrarlo.

Juro que me preparé. Prometo que mis conversaciones de autoconvencimiento parecían haber dado su fruto. Pero continuaré, porque el abandono no fue fácil. La cosa empezó con una serie de sudores fríos que fueron acompañados, poco a poco y sin previo aviso, por unas arcadas terribles y unos retortijones difíciles de disimular (y eso que una servidora es bien sufridiña para los dolores); el caso es que pensé que tenía que solicitar parada sólo para echar la bilis fuera y no salpicar al resto de pasajeros que ocupaban gran parte del vehículo de transporte público.

Lo peor del asunto... es que lo he dejado a cuatro páginas. En estos momentos vuelve a mi cabeza la idea de retomarlo, quizás esta noche. Y ahí está, sobre la mesa, ese gran ojo observándome desde la portada, ejerciendo sobre mí una acción hipnótica que me conduzca a un nuevo intento. Miedo puro. Un corte en un dedo y vómitos: el colmo de un hipocondríaco. Lo estoy viendo...







el pervertido