
Lo cierto es que no sabría explicar con pocas palabras esa sensación amarga de derrota sin haber siquiera entrado en batalla, ese pequeño picor que empieza en el pecho y sube hasta la garganta y continúa en los ojos llenándolos de agua, ese apretar de dientes y retorcer de lengua para evitar derrumbarse en público, ese sentimiento de desamparo y soledad, de desnudez incómoda ante el resto del mundo.
Creo que cuando uno guarda una ilusión nadie tiene derecho a agredirla. Es como un pequeño juguete de la infancia que llevas a todas partes y sería injusto que el matón de turno llegase sin previo aviso, nos lo arrancase de las manos y lo destrozase esparciendo los pedazos a nuestro alrededor.
Parece mentira la falta de respeto y de consideración que hay en esta sociedad, empezando por las instituciones más antiguas. Deberíamos de instruír a las futuras generaciones en el ejercicio de la tolerancia y la empatía.
2 comentarios:
Hay una canción de un tal Carlos Varela que dice que "las luces en la carretera son como los sueños. Se acercan lentamente y cuando llegan se vuelven a ir". Los deseos, las ilusiones, nos mantienen vivos mientras se acercan; pero apenas se cumplen, todo se queda en silencio y sentimos una profunda melancolía.
Mi querido amigo, no estoy en absoluto de acuerdo.
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