miércoles, 10 de septiembre de 2008

MAUS, de Art Spiegelman

Inauguro hoy una nueva etiqueta: cómic, nada más y nada menos que con un premio Pulitzer, el del 92.

He de confesar que desde la primera vez que lo vi a través del vidrio de la estantería que ocupa todo un lateral del salón - junto a Corto Maltés, El predicador, El Regreso del Señor de la Noche (tengo pendiente, por cierto, un post sobre The Dark Knight), algunos que ya había leído y otros tantos títulos apetecibles-, aquella portada me llamó especialmente la atención. Cada vez que pasaba hacia el estudio, mis ojos se clavaban justamente en su lomo, casi como fruto de una especie de encantamiento similar al que trataron de ejecutar las sirenas sobre la tripulación de Ulises, como si emitiese algún sonido aparentemente imperceptible que atraía mi mirada hacia él sin capacidad de elusión.

Pues bien, hace un par de días mi débil voluntad (nada que ver con la de Ulises, claro está) sucumbió ante aquel canto melodioso y por fin me decidí a cogerlo, no sin tiempo. Me lo ventilé en unas horas porque no conseguía dejar de leer, y no eché en falta la presencia de otros colores que no fueran el blanco y negro de sus páginas, sino todo lo contrario: en mi opinión, creo que ayudan al lector a sumergirse en el relato sin piedad, en el tono oscuro y melancólico que lo envuelve. Ciertamente, cuando llegué a la última viñeta sentí tristeza por haber abandonado el universo en el que me había ido instalando poco a poco sin percatarme.

Sin duda, es una nueva visión sobre el Holocausto que no te deja indiferente. La cruda realidad es que desgraciadamente, cuando asistimos al lanzamiento de un nuevo libro o película acerca del holocausto nazi (o de la Guerra Civil, que nos queda más cerca) pensamos sin remedio aquello de "¡oh, no!, ya vuelven a la carga"; pero ésta es una de esas obras que no te deja en absoluto indiferente, que transmite una imagen muy real del ser humano, de nuestras conductas en ocasiones inapropiadas o reprobables y del grado de miseria que podemos llegar a alcanzar. Y lo hace a través de pequeños detalles y ciertas metáforas animales que por momentos me han transportado a la Rebelión en la Granja de mi admiradísimo Orwell. Sin que nadie se salve, deja al descubierto la condición ruin de víctimas, verdugos, cómplices y contemplativos antes, durante y a posteriori.

Una vez lo empieces, estás perdido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Petrosky dijo...

No todo el mundo dice ¡Uf, otro más sobre el nazismo!, hay gente como Sir Robin que esperan con impaciencia cualquier libro de guerra, batallas y demás movidas belicosas.

Pero es cierto que su portada tiene un nosequé que queseyó que te atrapa.

the robot dijo...

Quién lo diría, huyendo de su pasado belicoso romano termal hacia aguas más frías... :P